domingo, 30 de septiembre de 2012

Agosto 1967




Reflexiones en La Colina


Para morir lo único que hace falta es estar vivo, nadie pregunta si estamos listos, si queremos o preferimos dejarlo para después, es para todos sin excepción, podemos morir en cualquier momento.

Decir siempre lo que sentimos, no guardarnos nuestras emociones y sentimientos, si queremos a alguien decirle que lo queremos. Ser lo más trasparente posible y trasmitir nuestros sentimientos, tenemos más que ganar que perder.

Aun de la peores cosas que pueden pasarnos siempre podemos sacar algo positivo, un aprendizaje, una enseñanza para el futuro o una nueva oportunidad. Cada día nos enfrentamos a nuevas situaciones, está de nuestro lado saber manejarlas para determinar lo que ocurrirá después en nuestra vida, de la forma en que la enfrentemos y obtengamos lo positivo de cada cosa de cada situación.

Nunca es tarde para recomenzar. Lo que ya ha terminado, no se puede cambiar. Podemos revisarlo para aprender y valorarlo. No podemos volver atrás y tener un nuevo comienzo, pero siempre podemos recomenzar y hacer un nuevo final.

La única manera de sanar nuestras heridas es exponiéndolas. Es como exponer nuestras heridas al sol, ese astro que nos proporciona energía, calor y luz, sacarlas y dejar que cicatricen esas heridas, si las escondemos se pudren y nunca se sanan.

Cuando el anhelo de ser libre es mayor que el miedo a exponerse, nos abrimos a  experiencias que pueden reprogramar las creencias más profundas y más negativas acerca de nosotros mismos. Es importante tomar conciencia de nuestras estrategias de protección desarrolladas frente a las heridas del pasado y soltar las energías reprimidas abriendo el camino de regreso a nuestra esencia.




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